domingo, 29 de marzo de 2009

“La figura de la madre en el desarrollo del yo”

¿No sabemos acaso que en los confines donde la palabra dimite empieza el dominio de la violencia, y que reina ya allí, incluso sin que se la provoque?
Jacques Lacán, 1954

El psicoanálisis se pregunta por el deseo, porque en el juego de palabras de Lacán al decir que el deseo es deseo del otro, nos habla del deseo por el otro primordial, por la madre. Ese deseo, sexual e inconsciente, que preedípicamente nace fuera de lo dicho, pero que renace al amparo de la palabra, aunque siempre que la palabra busca articular el deseo queda un resto, además el deseo es lo inconsciente, por lo tanto lo no dicho, el deseo no puede satisfacerse, el deseo encuentra su plenitud al ser deseo siempre. (Evans, 1997).
Por eso Aulagnier habla del je, porque esta partícula designa para ella el yo que nace en el discurso de la madre, ese discurso que es deseo y que es destino, y que puede filtrarse en el ámbito analítico. (Hornstein, S.F.).
El sujeto busca un proceso identificatorio, es mediante esta historización en la que se crea como tal, el delirio es la búsqueda de un lugar desde el cual identificarse. (Hornstein, S.F.).
La psique por su parte se encuentra en una situación de encuentro continua, donde las diferentes representaciones van haciendo homogéneo el espacio heterogéneo y en esa situación de encuentro lo que está en primer lugar es la anticipación que hace el sujeto de este momento. Pero la realidad excede al sujeto, para Aulganier la boca no actúa por instinto, no se establece la succión cuando llega el pecho a la boca del niño, el niño no sabe lo que espera, la oferta precede a la demanda. Pero no perdamos de vista que esta realidad está permeada por la situación socio-política del momento. Tenemos un yo que piensa que vive en soledad en la psique y que lucha por mantener esta ilusión. El niño no una mera víctima del deseo materno, es un ente activo. (Barraza, 1997;.Cancio, S.F, Hornstein, SF).
Quien sabe sobre ese deseo, quien da cuenta de él es la psicosis, porque esta está inundada del narcisismo. Para Aulagnier el aparato psíquico sigue tres procesos de metabolización[1] que se suceden temporalmente, sin dejar de existir cuando el otro nace: el proceso originario, el proceso primario y el proceso secundario. (Cancio, S.F).
El proceso originario se refiere a la primera forma de funcionamiento y su representación, siendo esta última el pictograma, en este sitio todo lo que se percibe se vivencia como algo creado por el sujeto, la representación entonces sigue un momento de especularidad en la que el sujeto se mira a si mismo en lo que vive. Proyecta su imagen. Zona Erógena y Objeto Exterior son uno solo, entonces si hay displacer por culpa del objeto se vivencia como una inadecuación o falta de la zona erógena, si el sujeto siente entonces deseos destructivos hacia el objeto estos se dirigen a la zona erógena, este es el prototipo de la castración. En este sitio nace el yo freudiano, que nos habla de la situación ello-yo en forma indiferenciada: es el moi. (Cancio, S.F; Hornstein, S.F.).
Para Aulagnier, el proceso primario se refiere a otro momento especular en el que ya se distingue que el objeto es diferente al sujeto, el pecho ya no se percibe como parte del cuerpo, el cuerpo se siente entonces como efecto del deseo del otro, cuando se toma la escena primaria, que sirve de filtro al resto de lo que se percibe y los argumentos de lo originario donde objeto y yo son iguales nace una fantasía. En esta modalidad de entender el mundo la falta de placer se interpreta como algo provocado por el otro[2], cuando el niño percibe que el pecho y él son diferentes, nace la sospecha de una tercera instancia, es decir la figura paterna. (Cancio, S.F).
Según Piera Aulagnier el proceso secundario se refiere en una representación que ahora se va a enfocar en lo discursivo. Este es el sitio donde para Piera Aulagnier nace el je. Aulagnier dice que en este sitio el yo adviene íntimamente ligado al deseo del padre[3], porque este tiene la particularidad que no fue castrado por su progenitor y la prueba de esto es el hijo. Entonces el deseo del padre va a nombrar al hijo, y va a ver en este como la muerte es algo natural y no el castigo que va a recibir por tener deseos de muerte hacia su padre. Además el hijo es una forma de sobrevivir en la eternidad. El padre es el primer objeto sin pecho, lo cual lo saca de la necesidad y lo lleva a la satisfacción libidinal. Pero el nacimiento de esta imago le da la posiblidad de ejercer la violencia en tanto representaciones fragmentadas del Otro[4]. (Barraza, 1997; Cancio, S.F).
Sin embargo, este padre nace en la psique del niño desde el discurso de la madre, es decir desde su deseo, por eso para Aulagnier, el yo (je) va a estar estructurado como un discurso. Lapidaria opinión porque esto lo coloca del lado del inconsciente de Lacán. (Hornstein, S.F.).
Tomemos dos conceptos de violencia, la primaria[5] y la secundaria[6], ambas diferentes de la agresividad, en tanto la desigualdad enmarca las primeras y la igualdad la segunda; el primer tipo es una acción necesaria que va a constituir el yo (moi), en tanto éste será como aquella parte que le sale al ello en el contacto con la realidad, en este movimiento hay una acción que viene del deseo de quien lo impone, pero que satisface una necesidad de quien le es impuesto, acá se entrelaza deseo de uno y necesidad del otro y nace la demanda. El deseo del que ejerce la violencia pasa a ser demandado por quien la padece. (Freud, 1923; Barraza, 1997; Cancio, S.F.).
En el caso de la secundaria se trata de una violencia contra el yo, ya sea por un conflicto con otro yo o por un discurso social que se opone a los cambios en los modelos previamente instituidos. (Barraza, 1997; Cancio, S.F).
En la psicosis existe un deseo que no puede ser compartido, porque no es compatible con el discurso del Otro. La función del delirio - como para Freud - es la reconstrucción, es crear un sentido allá donde el discurso del Otro es carente. El delirio habla de la contradicción porque reproduce las primeras cosas y estas son contradictorias en si mismas. Pero todo discurso es engañoso, aún aquel que lo afirma. (Freud, 1911; Cancio, S.F; Hornstein, S.F.).
La madre del esquizofrénico le pide al niño que piense como ella, porque si piensa diferente le estaría diciendo a la madre que su deseo es imposible, porque es el deseo de retornar a su propia vivencia, es renuncia a la función materna. Es decir que el discurso del niño da cuenta de una violencia sufrida y de la cual no pudo defenderse. Pero es necesaria cierta violencia en la que la madre interprete al niño y su discurso. (Cancio, S.F; Hornstein, S.F.).
Muchas madres tienen el deseo de maternidad, pero no el deseo de tener un hijo, es decir muchas madres quieren repetir simplemente ese momento en el que estuvieron con su madre, pero cuando la madre se encuentra con el real del cuerpo del bebé no es capaz de darle un lugar en su discurso, es decir en su deseo, un niño sin deseo es un yo que no se forma, es un autista. No se puede investir de libido a un niño que no tiene una representación psíquica en la madre. (Hornstein, S.F.).
Es decir que la violencia ocurre cuando el sujeto se encuentra a merced del Otro que ejerce el poder sobre él, aquel que tiene un lugar o detenta un saber. Una violencia que se manifiesta a través de la diferencia entre dos lenguajes. Una forma es la de un sujeto que habla y se da a entender en su discurso, esto inaugura la posibilidad de agredir al interpretar y habla de su eficacia. (Barraza, 1997).
Desde un punto de vista tanático, la agresividad es sólo la forma que tiene de nacer a la motilidad la pulsión de muerte, que encarna además el componente de lo sexual. Toda forma de relación con un objeto supone un monto de agresividad, en la medida en que soporta una identificación imaginaria de una imagen idealizada que surge para recubrir la propia fragmentación. Por eso el delirio es violento y la interpretación también. (Barraza, 1997).
De ahí la trampa del consejo o el animar al paciente, todo en su terrible violencia. La misma transferencia es violenta porque le pide al analista que acompañe al paciente en su dolor. Por eso la abstinencia, porque con esto se evita que los elementos hostiles y agresivos se organicen en resistencias, se habla cuando queda en evidencia la relación simbólica del sujeto con el otro (es decir entre el je y el otro), el segundo proceso de Aulagnier, como diría Lacán "esta imago no se revela sino en la medida en que nuestra actitud ofrece al sujeto el espejo puro de una superficie sin accidentes" (Barraza, 1997).
Pero no debemos olvidar que esa actitud esta mediada por la ideología dominante, el psicoanálisis debe tener su vertiente contestataria o en el peor de los casos no olvidar la ideología al analizar, o de lo contrario estaríamos validando la violencia, la misma que para Freud se podía poner en términos pulsionales y que para Lacán queda en la palabra, o mas bien en la ausencia de la misma. (Barraza, 1997).
Es precisamente por su sujeción a la palabra que el deseo nos habla de la agresividad, porque si hay algo de él que jamás alcanza el lenguaje quiere decir que hay algo agresivo que jamás logra analizarse. Por eso es en la invasión de la interpretación, en el silencio de la asociación y la abstención de la neutralidad donde hay más agresividad. (Barraza, 1997).
Barraza, 1997, dice “Cuando el analista calla evita la agresividad, cuando interpreta no evita la violencia que emana desde lo no-analizado: actúa lo no-dicho…” Para que el niño acceda al deseo y a la demanda, tal y como se dijo antes, debe ser violentado por el deseo materno, por eso el terapeuta que toma prestada alguna prerrogativa materna apuesta por la violencia. (Barraza, 1997).
Pero el mismo diagnóstico es un ejercicio del poder, porque enmarca una postura ideológica, pero además porque encasilla al sujeto y le impone a que cosa acceder y a que no. (Barraza, 1997).
En palabras de Aulagnier “Si hay una cuestión a la que el analista está siempre enfrentado es a la relación realidad psíquica-realidad. No veo cómo puede ser estudiada esa relación sin tomar en cuenta el vínculo que el sujeto tiene con la realidad”. (Aulagnier citada por Hornstein, S.F.).
Hay que tener presente que el sujeto se crea en un espacio relacional, se abandona la visión de Klein en la que la realidad sea la que sea va a tener consecuencias fantasmáticas, todo visto desde lo interno, desde el juego de pulsiones o el otro extremo de pensar por ejemplo que el niño psicótico es expresión de las patologías familiares. (Hornstein, S.F.).
Aulagnier piensa por su parte que lo que existe es una fantasmatización obligada, en la que la realidad, que “teóricamente” debió causar determinados efectos en el niño, pero desde el punto de vista vincular no lo hizo. Y el representante de la realidad es la madre. (Hornstein, S.F.).
En la relación analítica el exceso de silencio es violento porque le muestra al sujeto la banalidad de su discurso. La interpretación es violenta porque convierte al sujeto en una pieza del deseo, y la interpretación a destiempo o a ultranza enfrenta al sujeto con un modelo generalizable. (Hornstein, S.F.).


Bibliografía
Barraza, R. (1997.). Algunas puntualizaciones sobre el problema de la violencia en la intervención psicoanalítica. Recuperado el 13 de marzo de 2009 de http://www.monografias.com/trabajo55/violencia_en_psicoanalisis/ violencia_en_psicoanalisis_shtml
Cancio, B. (S.A.). La Violencia de la Interpretación de Piera Aulagnier. Recuperado el 13 de marzo de 2009 de http://www.querencia.psico.edu.uy/libros/piera_aulagnier.htm
Evans, D. (1997.). Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano. (1ª Ed.) Editorial Paidos, Buenos Aires: Argentina
Freud, S. (1911.). Puntualizaciones Psicoanalíticas sobre un Caso de Paranoia (Dementia Paranoides) Descrito Autobiográficamente en Obras Completas de Sigmund Freud. (Volumen XI) Amorrortu Editores, Buenos Aires: Argentina
Freud, S. (1923.). El yo y el Ello en Obras Completas de Sigmund Freud. (Volumen XIX) Amorrortu Editores, Buenos Aires: Argentina
Hornstein, L. (S.F.). Diálogo con Piera Aulagnier. Recuperado el 13 de marzo de 2009 de http://www.pieraaulagnier.com/notas/dialogo/vinculo%20realidad%20psiquica.htm
[1] Con metabolización ella se refiere a la interiorización y a la relación que se da entre los procesos identificatorios como forma de historizar al sujeto.
[2] El otro acá se refiere a la madre.
[3] Vale la pena recordar que para Lacán el nombre del padre es básicamente prohibición.
[4] Este aspecto tiene gran similitud con la posición esquizo-paranoide de Klein, sin embargo, Aulganier, como se verá más adelante lo considera como fruto de la tirantez con la realidad, más que como una cuestión volcada al juego pulsional interno, como en Klein.
[5] Es aquello que se impone desde fuera de mi espacio
[6] Este es un exceso que amenaza el funcionamiento del yo.