martes, 2 de septiembre de 2014

Muriendo de Hambre Hoy y Subiendo al Altar mañana: La culpa y sus dividendos

Quiero hablar de un tipo específico de anorexia, no es la anorexia claramente relacionada con lesiones de la pituitaria[1], o el efecto secundario de un medicamento.  Me refiero a la anorexia nerviosa, tal y como es descrita en el DSM:

·         La persona rechaza el mantener el peso normal para su edad, trata de mantenerlo más abajo, generalmente un 15 %, aunque pueden darse extremos.

·         Miedo intenso a ser obeso (aun estando por debajo de su peso normal)

·         Alteración de la percepción del peso o la silueta

·         Amenorrea (ausencia de al menos tres ciclos menstruales, o cuando aparece la menstruación sólo con tratamiento hormonal)

·         En casos avanzados aparece un vello suave en el cuerpo, llamado lanugo

Esta enfermedad de por si complicada de tratar, adquiere la categoría de virtud, cuando se trata de ciertas santas católicas, algunas seriamente enfermas, pero elevadas a los altares.  Siempre se ha dicho que la anorexia es un subproducto de una cultura que ensalza imágenes de cuerpos estilizados, irreales en muchas culturas, o de las “religiones de la comida”.

Pero qué pasa cuando la enfermedad recibe la sanción eclesiástica y sus síntomas son símbolos de virtud y recato.  Santa Teresa de Ávila, por ejemplo, usaba una ramita para provocarse el vómito y así recibir la ostia sin miedo a rechazarla porque tenía el estómago lleno.

Y es que esta “santa anorexia” es el producto de un deseo de liberación de la mujer de una cultura eclesiástica completamente falocéntrica[2], básicamente la idea acá sería: no necesito de un hombre para comunicarme con dios, yo a través de mi síntoma puedo comunicarme directamente con él.  El ser sierva de dios es no ser sierva de ningún hombre, el conquistar (eso creían) mis deseos sexuales, el dolor o la fatiga era ser ama de sí misma.

Por ejemplo, la doctora de la iglesia, una de las más famosas anoréxicas:  Santa Catalina de Siena (Catalina Bonincasa), se casó con Jesucristo, el cual usó la piel cortada de su prepucio como anillo de bodas, y recibía, como esposa que era, comunicaciones directas.  Ella hacía penitencias tales como meterse espinas en la garganta para no comer o vomitar, o vencía el asco tomándose la pus de los enfermos.  Pío XII la declaro santa en 1461, Pablo VI la declaró doctora de la iglesia en 1970 y Juan Pablo II la nombró una de las santas patronas de Europa en 1999.

Otro elemento importante acá y que ha sido terriblemente productivo para la religión en especial la católica es la culpa.  Catalina Bonincasa fue la hermana 24 de 25 hermanos, su gemela sobrevivió unos meses (Giovanna), es conocido como existe un porcentaje de culpa que es arrastrada por los sobrevivientes. Años después su hermana mayor (Bonaventura) fallece mientras da a luz (1362), cuando Catalina tiene alrededor de los 15 años; a partir de acá, su familia enfila sus baterías al matrimonio de Catalina. A Catalina la quieren casar con Niccolo Tegliacci, el viudo de su hermana.  Cuando tiene 16 muere su hermana Nanna. Y su madre enferma y muere poco después.

Catalina le dirige una oración a dios:  Padre, esto no es lo que me prometiste, me dijiste que toda mi familia sería salvada. Ahora mi madre ha muerto inconfesa; te pido que me la devuelvas.  Esto es lo que quiero y no me moveré de acá hasta que no lo hayas hecho.

En el inconciente de Catalina ha ocurrido la muerte de las rivales edípicas, esto implica la satisfacción de un deseo pero también la culpa que trae este deseo aparejado, porque se trata del prohibido incesto.  Ya antes de esto la habían tratado de casar a los 12 años, Catalina se cortó el pelo y fue castigada por sus padres.

Sus padres terminaron “entendiendo” la actitud de Catalina y permiten que siga su romance con Jesucristo, le devuelven su cuarto privado donde Catalina se encierra 3 veces al día a flagelarse, una por sus pecados, la otra por los pecado de los vivos, y la otra por los pecados de los muertos.

A partir de los 16 años, la alimentación de Catalina es completamente austera, pan, agua y vegetales crudos, básicamente.  A ella nunca le gustó la carne y ahora incluso le repugna su olor.  Llamo la atención sobre esto porque tenemos una relación clara entre matrimonio, flagelación, carne y sexo.  Ya apuntada por Freud, por lo que no me detendré.

Es preocupante la forma en la que la culpa apuntala a la religión desde del principio de la misma.  Siguiendo la teoría, esta pobre mujer, cuya enfermedad la elevó a los altares, debe haber sufrido un fuerte trauma.  Viendo la sintomatología y la forma en la que el cuerpo habla por ellas, uno podría suponer que se trata de un trauma posiblemente sexual.

Si revisamos la vida de Catalina, nunca se discutió al respecto, el interés de la iglesia estaba en declarar si estas manifestaciones eran de dios o del diablo.  Precisamente se rescata el elemento de la mujer que habla mediante el síntoma en una sociedad que no se lo permitía.  Lastimosamente el sufrimiento, la culpa y la enfermedad mental siguen menudeando en los santos modernos, como la terriblemente perversa Agnes Gonxha Bojaxhiu.



[1] La enfermedad de Simmonds, descrita en 1914, implica lesiones destructivas en la pituitaria.
[2] Modelo social en la que se privilegia lo masculino como aquello que otorga sentido