lunes, 22 de junio de 2009

Influencia de la Religión y la Cultura en el Desarrollo de la Teoría Psicoanalítica (El Judaísmo Interminable, el Malestar Primigenio)


Introducción
“El niño es el padre del hombre”
Freud, 1913

El nacimiento del psicoanálisis no se generó de manera espontánea, tras de si existe un devenir histórico, como a la historia a éste le interesa el pasado y lo que se aprenda de él, no como a la primera, como relatos más o menos objetivos, sino como la búsqueda de la subjetividad que implica que esa historia será llevada al diván del analista. (Rodríguez, 2003)

La ilusión – parodiando a Freud – de la religión ha sido la búsqueda de la perfectibilidad humana, manteniendo tras si la imagen de ese padre omnipotente presto a castigar y premiar a los seres humanos, la más superyoica de las figuras, y el más omnubilador de los conceptos. No es casual que el primer libro que empleara la palabra psicología fue “La Perfección del Hombre”, escrito por Rudof Groekel en 1590. (Fromm, 1956).

El psicoanálisis ha mantenido la misma ilusión, pero bajo la carencia de un dios omnipotente, ha apostado por la sustitución del concepto del Padre por el de otro padre. Hay en este momento dos grupos que se ocupan del porvenir del “alma” humana, los teólogos y los psicoanalistas.

Las ciencias son formas esquematizadas de “leer” la realidad, su –por definición- esquivo contenido es el destilado último del contexto que se cosió lenta e inexorablemente. El psicoanálisis también implica una lectura de la realidad, su historia no nace en un precursor en 1856, sus raíces son las de una Viena liberal, las de un doble discurso sexual, las de una historia que se hace y se rehace de la mano del discurso del analista. El presente ensayo busca el arrojar luz sobre la influencia de la cultura – en su manifestación liberal – y la religión - de un hombre sin dios - en el desarrollo del Psicoanálisis.

La agenda política del psicoanálisis ha presentado a éste como el desarrollo único de un genio incomprendido, pero esto no es así, la historia que vio el desarrollo del psicoanálisis es el explosivo eslabón de acontecimientos aún más antiguos. (Plotkin, 2003).

Decían los antiguos filósofos que la perfección del hombre se alcanzaría cuando el ser humano encontrara la libertad interior, concepto similar a lo que propone el psicoanálisis, en tanto y cuanto, mediante el conocimiento profundo de las energías (trieb) del ser humano, la forma en que estas buscan su motilidad, los pasos engañosos de la transferencia y la contratransferencia, y el análisis de aquello que se debate para impedir ver más alla (resistencia) se puede alcanzar la ansiada libertad. (Fromm, 1956).

Históricamente hablando, uno de los paliativos fue la religión, para Freud, esta es la respuesta del ser humano a la impotencia. Impotencia que se siente frente a lo externo y frente a las necesidades pulsionales que vienen de adentro, doblemente sujeto diría Lacán, idea lapidariamente expuesta en el Malestar en La Cultura y en el Porvenir de una Ilusión. (Fromm, 1956).

La religión surge por lo tanto en una etapa primitiva del desarrollo del hombre, donde al no poder usar su razón, apuesta por usar sus afectos, en este momento desarrolla una “ilusión” basada pues en sus primigenias ilusiones infantiles, es decir encuentra refugio en la figura de un padre que una vez lo protegió y apuesta por otro Padre que lo proteja. (Fromm, 1956).

Quizá en este caso sería mejor decir que apuesta por una figura significativa, pues el análisis freudiano está basado en la muerte de su padre y siempre mostró una no analizada “incapacidad” para ver el papel que juega la madre en el desenvolvimiento psíquico, el continente oscuro permanecerá así para aquel que cierre sus ojos a la luz que hay sobre el mismo. Los ideales de Freud, son los que se ven amenazados por la ilusión, que lo toca tan íntimamente.

En 1805, Austria (considerada el centro de la cultura alemana) comienza a sufrir una serie de derrotas que culminarán con el tratado de Schönbrunn, como una forma de defensa, el país comienza una serie de ataques fallidos que buscaban no sólo la expansión sino la reafirmación del imperio, todo hasta 1867, cuando firma con Hungría un pacto que la hará convertirse en una figura sin precedentes hasta el momento en la historia europea: el imperio Austro-Hungaro, el cual se desintegraría en 1918, su último emperador fue Carlos I. Básicamente el acuerdo implicaba una no intervención, se mantenían dos parlamentos que se reunían alternativamente en Budapest y en Viena, un solo emperador de la casa de los Hasburgo y un ministro común para finanzas; política exterior y guerra. El parlamento estaba dominado por los liberales que apoyaban las libertades civiles, la igualdad ante la ley, el dinero sano y la libertad de comercio; su dominio siguió varios años y se terminó debido a una coalición contra los liberales, acuerpada esta última por la iglesia y los aristócratas, así como los partidos socialistas. Pero las ideas liberales y las leyes fundamentales permanecieron hasta el final del imperio. (Cachanosky, 2008)

Este ambiente liberal, haciendo a un lado las cuestiones económicas, implicó para Viena el convertirse en el centro intelectual europeo, y mentes de todo el continente empezaron el éxodo hacia la ciudad, se privilegió la libertad de cátedra y la no intrusión del gobierno en los asuntos académicos, existía la institución del Privat – Dozent, donde cualquiera que tuviera el grado de doctor y un libro publicado podía solicitar la admisión a la facultad como profesor ad honorem. (Cachanosky, 2008)

A todo esto, el siglo XIX nos presenta gente más creyente, las visitas a las iglesia aumentan, cosa diferente al siglo XVIII. El ambiente científico se debatía entre la obediencia a ultranza de las posturas religiosas y la creencia en las verdades científicas. El ateísmo de Freud implicaba el abandono de la traba que una posición eclesiástica le habría impreso a sus posturas científicas, para él el oceánico sentimiento – el cual no encontraba en su persona – implicaba, utilizando su metáfora, emborracharse con jugo de manzana… el dios de Freud era el “Logos”; retuvo la publicación de Moisés y el Monoteísmo no porque tuviera un respeto a la religión, sino para evitar que la iglesia católica prohibiera el psiconálisis en Viena. (Gay, 1994).

Se necesitaba un ateo para poder desarrollar una teoría de vanguardia, se necesitaba un nuevo dios, sin embargo como heredero del iluminismo, Freud – quiza sin querer – le dio un tinte eclesiástico, ritualista a su ciencia. Como le decía Pfister, el método analítico tenía los tintes de la confesión católica. Hay una anécdota interesante en la vida de Freud, cuando este era niño, su niñera (su primer amor) que era católica romana fue despedida y enviada a prisión por unos robos sin importancia, queda aquí la pregunta de si la “ilusión” contra la cual lucho Freud tan férreamente era el síntoma que este suceso había provocado en su vida psíquica. Su padre por otra parte le lego el sentido de pertenencia a un grupo étnico específico. (Gay, 1994).

Pero no sólo la libertad académica y la “carencia” de trabas en su pensamiento influyeron en el pensamiento de Freud, hacia ya tiempo que Spinoza había expuesto su idea de que la conducta de los seres humanos estaba motivada en su mayoría por ideas que se podían considerar inconscientes, Freud dio un paso más allá y considero que era la forma en que se establecían los deseos inconscientes y su tramite aquello que explicaba la enfermedad mental, aplicó por lo tanto un método para explorar estas desavenencias y el estudio de la forma en estas se manifestaban en el sujeto (sueños, lapsus, actos fallidos, etc). (Fromm, 1965).

Opina Fromm que la teoría psicoanalítica freudiana más que ser una hija directa de la época vivida por el fundador, es hasta cierto punto la forma tangencial en la que una época tocó la vida de Freud. Piensa que hay sin embargo, tres elementos que si pertenecen por completo a la época: “…la teoría de la libido, el concepto del hombre como máquina, y el concepto de que toda experiencia irracional en el hombre debe ser comprendida esencialmente como la repetición de sus experiencias durante su infancia”. (Fromm, 1965, pág. 5)

Piensa Fromm que la teoría de la libido obedecía al desconocimiento que se tenía en la época de la forma en la que muchos de las manifestaciones psíquicas estaban relacionadas con aspectos fisiológicos, existía además la influencia directa de un pensamiento mecanicista que afirmaba que existía una base ya fuera fisiológica o psíquica de los diferentes aspectos de la vida humana. La teoría de la libido (en especial antes de la introducción de Eros y Tánatos) ofrecía pues la explicación causal, pues la pulsión era algo que estaba “entre lo físico y lo somático”. Como neurólogo Freud estaba navegando por las aguas peligrosas de la falta de conceptos científicos respaldados por el método tradicional. Por otra parte la Viena de Freud, dado su carácter represor de la sexualidad, lo llevó a pensar que dado que el sexo era lo que más “salía” como contenidos reprimidos, tendría que ser el aspecto central en la conformación psicológica del ser humano. (Fromm, 1965)

Respecto al hombre máquina, este era un concepto de uso general en neurología, igual al hombre aislado que sólo se relaciona bajo la necesidad que supone el intercambio económico, tal y como lo propuso Adam Smith; aún cuando Freud vislumbraba la relación dialéctica entre sujeto y sociedad, al escribir pulsiones y destinos de pulsión, mostró a un ser permanentemente determinado por las pulsiones que buscan su tramitación mediante la descarga. (Fromm, 1965)

Con referencia a la repetición de las experiencias vividas durante la infancia, pilar fundamental de la teoría psicoanalítica, agrega Fromm que esta era una creencia ubicada en el desarrollo de la sociedad burguesa de la Viena del siglo XIX, donde no se entendía como un adulto podía sufrir un trastorno, digamos ansiedad, si se le ofrecía la pertenencia a una sociedad segura y predecible, por lo tanto esta ansiedad tenía que ser una vivencia rediviva de los años infantiles. (Fromm, 1965)

Burton Pirke, citado por Morse, (SA) habla de la evolución de las ciudades periféricas, Viena entre ellas, y elabora dos ideas: la primera de ellas el paso de lo estático a un fluir, es decir la yuxtaposición de las clases sociales enmohecidas a los vaivenes, diríamos al movimiento de las pulsiones; y la segunda el ver la sociedad urbana como un todo, donde el sujeto se coloca como un observador del devenir social, la modernidad petrificada diría Morse

La metrópoli se convierte en la fuente de la ficción y del consumismo, Freud logra ver que la ficción tiene tanto valor como las realidades, cuando sus histéricas le relatan episodios de
abusos sexuales infantiles, considera que es una realidad su relato, y aunque luego juguetee con la fantasía del mismo, afirmará consecuentemente que la ficción tiene el valor de la realidad en el aparato psíquico. (Morse, S, A)

En la Viena de Freud, el emperador se había convertido en un padre protector, sin embargo la gente recurría a la evasión, pues dado el sentimiento de falta de poder, se refugiaban en la estabilidad burguesa, buscaban el antisemitismo, era la huida a la evocación de las cosas pretéritas. No era raro que Freud buscara en la profundidad las huellas de lo pasado, pero plenamente actual dentro de la intemporalidad del inconsciente, definitivamente el surgimiento de “el complejo de inferioridad” de Adler se debía dar en esta patria. (Morse, S, A) Como expuso Adolfo Hitler, citado por Feder, SA, página 3, en sus puntos sobre la cuestión judía, “solo puede ser ciudadano el que es miembro del pueblo. (…) Ningún judío por consiguiente puede ser miembro del pueblo”. Por lo tanto Freud podía ser burgués con las características arriba citadas, pero colocarse como observador y como crítico.

El colapso del liberalismo implicó una nueva forma de estética, la cultura dejó de ser una fuente de valores y la pertenencia a ciertas clases se convirtió en un valor en sí mismo, esto implica una cultura reducida al disfrute sibarita y la ansiedad que producía la imposibilidad de tener este placer o la amenaza de su perdida. Precisamente ese es el malestar que comunican los pacientes freudianos. También tenemos que esta ansiedad se transformaba además en movimientos de masas, manifestado una “revolución contra la razón”, muchos desplazaron el centro psicológico al centro político y los movimientos peleaban por la validación de esta agenda de la cual el antisemitismo fue herramienta clave. (Morse, S, A)

Aspecto claramente palpable en la arquitectura grandilocuente, una especie de barroquismo, donde se construía en detrimento del pequeño espacio, las obras estaban edificadas para hablar reactivamente de la grandeza del hombre, no para el servicio del mismo. Implico esto el paso de la música de Mozart a Beethoven, osea el inexorable transito hacia las posturas burguesas. Viena adquiere una lógica propia, había dejado de ser
el mero reflejo especular del eje París – Londres y se había convertido en un ser diferente, Paris habría inspirado el psicoanálisis, pero no lo habría visto nacer como si lo hizo Viena.
(Morse, S, A)



Bibliografía
Ben Plotkin, M. (2003). Psicoanálisis y sus Historias. En Psicoanálisis APdeBA, Volumen XXV – No. 2/3. Argentina: S.E. En www.apdeba.org/publicaciones/2003/pdf/Plotkin.pdf Accesado el día 30 de junio de 2008.

Cachanosky, J.C. (2008). La Escuela Austriaca de Economía. En Fundación Atlas: para una sociedad libre. Buenos Aires: SE.. En www.atlas.ord.arg/economia/cachanosky_3.asp Accesado el día 2 de julio de 2008.

Fromm, E. (1999). El Humanismo Judío. S.C: S.E. En www.erich-fromm.de/data/pdf/1965-sp.pdf . Accesado el día 30 de junio de 2008.

Fromm, E. (1965). Los Fundamentos y el Desarrollo del Psicoanálisis. S.C: The Literary Estate of Erich Fromm. En www.erich-fromm.de/data/pdf/1965-sp.pdf . Accesado el día 30 de junio de 2008.

Fromm, E. (1956). Psicoanálisis y Religión. Buenos Aires: Editorial Psique. En www.esnips.com/doc/e46d1da0-4d36-4b26-bb0c-7lcdff92f144/Erich-Fromm---Psicoanalisis-y-religion . Accesado el día 30 de junio de 2008.

Feder, G. (SA). Los Judíos: texto oficial de NSDAP. SC: SE. En www.ultimoreducto.com/galeria/feder_judios.pdf . Accesado el día 2 de julio de 2008.

Gay, P. (1994). Un Judío sin Dios: Freud, el ateísmo y la construcción de psicoanálisis. Buenos Aires: Ada Korn Editora S.A.

Morse, R. (S.A). Ciudades Periféricas como Arenas Culturales: Rusia, Austria, América Latina. S.C.: S.E.. En www.bifurcaciones.cr/003/bifurcaciones_003_Morse.pdf . Accesado el día 2 de Julio de 2008


Rodríguez, A. (2003). Historia y Psicoanálisis. En: Universidades. Enero – Junio, No. 025 Mexico: UDUAL. En www.redalyc.uaemex/redalyc/src/inicio/AtPdfRed.jsp?iCue=37302502 . Accesado el día 2 de Julio de 2008