viernes, 9 de agosto de 2013

El insulto del creyente: yo me amo aunque sea afuera

“Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna.”
Oscar Wilde

Cuando veo los comentarios a los artículos de periódico o a los videos de YouTube me llama poderosamente la atención ver como los “creyentes” no se andan con medias tintas para recetar condenaciones eternas o cosas más prosaicas como insultos, falacias ad hominem, o terrenales golpizas, enviadas a otros sitios, recuerdos a la madre o cosas así.

Si vemos la historia encontramos cruzadas, personas quemadas, torturas o en la actualidad asesinatos en el banco vaticano. Bergoglio actuando humilde por fuera y viviendo en un palacio, o hablando de pederastas ante la prensa pero sin cambiar las leyes atrasadas que los encubren. Todo muy rebuscado a mi entender.

Me pregunté porque se daba esto en una religión que (en buena teoría) está basada en el amor, y que incluso define a su dios como tal pero tan llena de odio y engaños, y se vinieron a la mente varias cosas:

• Dios es amor (esto es algo afirmado por ellos)
• Dios es una creación de la mente
• Enamorarse es narcisista
• Cuál es la metapsicología del enojo del creyente?

Ya Freud nos decía que el enamoramiento se parece más a un comportamiento anormal que a uno normal. Para muchos es común ver conductas que nos llevan a preguntarnos si alguien no ve la evidencia o es ignorante. Creo que esto describe muy bien el problema.

Siempre lo que hacemos no es más que una reedición de cosas que ya hicimos antes, me explico, yo siento angustia basado en la respuesta fisiológica y afectiva que tuve frente a una situación específica en mi pasado. Generalmente en la niñez. El concepto de dios por lo tanto es también una reedición, una que sospechosamente es acorde a nuestra idea y a nuestros deseos. Es así que vemos creyentes que afirman que dios no puede ser conocido, pero no dudan en dar características del mismo.

Pero esto no explica el modelo en sí, pensemos en nuestra forma de amar, según lo que dije está basada en lo primero que amamos; psicoanalíticamente hablando sería poner un monto de energía en otra parte, esta “transferencia” energética es lo que se llamaría poner la libido en un objeto, nadie es ajeno a esa sensación de vacío que sigue a una ruptura. Técnicamente le diríamos Narcisismo. Como en la leyenda griega Narciso se convierte en objeto de su amor, pone a su yo como su máximo ideal. Lacán lo pone en un espejo, él dice que hay un momento en el que yo me veo como objeto de amor (narcisismo primario) y que a partir de esta fase en sucesivas diferenciaciones yo llego a amar a los demás, osea a poner el objeto fuera (narcisismo objetal).

Ese objeto amado que somos nosotros mismos es omnipotente, en tanto y cuanto no hay nada más digno de amor, la imagen del musulman que se amarra una bomba en el estómago y se mata por la gloria de Allah se me vino a la mente. La imagen de dios sacrificándose a si mismo en la figura de su hijo, para alcanzar el perdón por los pecados que el mismo condena adquiere ahora una nueva lógica.

No es casual que en las psicosis se verifique un retorno de la libido hacía sí mismo. Pero la mayoría de los creyentes no son psicóticos (así vean apariciones en manchas de orina), lo cual nos da la licencia de pensar que este narcisismo no se queda en ellos. Lo tienen que poner fuera, en una figura que te de afecto y que te dé la ley, osea en un papá, un padre dios.

Nos enfrentamos ahora con el concepto de pulsión, no lo elaboraré mucho, creo que ya lo explique anteriormente http://psicotiko.ticoblogger.com/2011/07/mi-concepto-de-pulsion.html . La pulsión busca satisfacerse y en circunstancias normales y adultas, busca un objeto que le de esa satisfacción, es decir un objeto de amor, recordemos que se trata de un objeto reencontrado, lo amamos siguiendo el modelo de amor, es decir nosotros.

El creyente ama a dios tanto como se ama o se amó a sí mismo, cuando alguien aparentemente rechaza a dios en realidad lo está rechazando a él. Por lo tanto se enoja, tanto como si fuera rechazado en una relación amorosa.

El amor, y el amor a dios no es la excepción, sigue una serie de identificaciones, digamos que es como el sedimento que quedan de sus elecciones de objeto. Estas elecciones se dieron en forma ambivalente: amo a mi mamá porque me hace la comida, pero la odio cuando no me deja salir a jugar… Osea son relaciones amor – odio. Pero qué pasa si mi mamá se muere, entonces a pesar de que me disgusta que me haya dejado no resultaría inteligente o “normal” el enojarme con un muerto. Así que necesito descargar en otra cosa, ya sea enojarme con los demás o enojarme conmigo mismo y atacarme (depresión).

Si tengo algo que reprochar al objeto de amor, lo cual siempre existe, porque el amor es ambivalente, se lo remacharé a otra persona: yo no puedo insultar a dios, él podría enojarse y castigarme… pero a este ateo de m… si puedo insultarlo. Parodiando a Lacán diríamos que no es correcto decir como Nietzsche que dios ha muerto, lo correcto sería decir que dios es inconsciente, lo cual rescata su creación humana.