jueves, 25 de marzo de 2010

Delirios sobre la locura



La locura cumple el doble propósito de ocultar y de mostrar, oculta la realidad a quien la sufre, y eso lo obliga a fabricar una realidad alternativa que nos habla de que lo real puede ser tan insoportable que puede ponerse a un lado.

Es ese sitio en el que el significado y el significante se separan para el sujeto “normal” (si es que tal cosa existe) y se adhiere a otra pareja que le da un significado diferente, opuesto para el afuera, pero pleno de sentido para el adentro. Al principio de los tiempos, dice un texto imaginario y simbólico, Adán le dio nombre a los animales, símbolo de las pulsiones y para el hombre primitivo el deseo y el animal iban de la mano, la locura invierte este orden y se vive la pulsión convirtiendo al hombre en animal. La locura es un Apocalipsis, ese momento tan temido y predicho donde las montañas caen, la tierra vomita fuego y los huesos de los muertos se asoman mientras otros resucitan, no es el triunfo de Dios o del Diablo, es el triunfo de la locura, ahí donde el nombre del padre falla surge la pulsión autodirigida y por lo tanto narcisista para salvar al sujeto de la cruel cordura.

Seréis como Dioses, dijo la engañosa serpiente, conociendo del bien y del mal, y conocer es la más loca de las posturas… Pero si los dioses son locos, y los hombres somos locos ante los dioses, donde queda la razón entonces.

La razón queda en lo real, se entiende porque la razón que compara a la locura es tan contradictoria, porque lo real no es mas que una visión personal y por lo tanto loca… Es un Quijote cervantino luchando contra la gigantez de un molino. Es ahí donde la enajenación da a luz lo real y por lo tanto no menos valido.

Hugues de Saint-Victor, De fructibus carnis et spiritus. Patrol, CLXXVI, col. 997, citado por Foucault en Historia de la Locura nos da el árbol genealógico de los Vicios y los vicios nacen de la locura, Facundo Cabral dice: “…y después de nueve meses nacerán hijos tan locos como sus padres, y por locos tan libres y por libres tan bellos, que harán un paraíso de este maldito infierno”. Será acaso esta la clara propuesta que el deseo tiene una vertiente liberadora, pero no el deseo perverso que convierte en objeto al sujeto y se encuentra engañado en el engaño que trata de lograr, sino el deseo satisfecho de la debilidad humana que es su fortaleza? Como dice Louise Labé: "No dejéis que se pierda esta bella Dama (locura), que os ha dado tanto contento”.

La locura es aquella prueba de que un significante se ha roto en su devenir, no en vano se les llama lunáticos, acaso no es la luna el más acuático de los astros, acaso no es el agua la madre de la vida. La locura es el espejo, el sitio en el que me asomo y me horrorizo, pero oh contradicción! Precisamente el espejo es aquel que nos protege de la locura, en el estadio del espejo yo me reconozco como aparte y en ese paso cuando me llamo sujeto también hago un llamado a la liana de la cordura que me ata. Por lo tanto debe haber algo que me haga permanecer como sujeto y que me impida el acceso a la locura, ese algo debe ser por lo tanto un significante… Esta propuesta implica una seria desavenencia con otros postulados. Sólo sigo el tortuoso camino de una asociación.

Y donde quedamos los analistas, llamados por el status quo a opinar y curar (si es que tal cosa existe) la locura, el deseo del analista no es analizar? y al analizar conoce y descubre en el paciente y en su ser? El fin (¿) del análisis no es el transito menos padecido por el deseo, la búsqueda de una normalidad menos dolorosa, pero no sin dolor… parodiando a Freud.

La locura es el castigo por el saber, porque saber es horrorizarse y saber es conectarse con la pulsión, acaso no advierte los gnósticos contra las garras de la intelectualidad, porque eso es saber y eso es conocer los oscuros deseos de primera mano. Existe por lo tanto una forma de revolucionarse que no pase por lo intelectual, el saber y la locura? Entonces los gnósticos se contradicen… Mediante la locura llegamos a encontrar la verdad del sueño y recordemos que todos los sueños son satisfacciones de deseos.

La verdadera locura es la que esconde Sade, la verdadera locura es la ética del deseo. El delirio grita la realidad que otrora se escondiese. La locura es una lectura social, llamar a alguien loco es locura en si misma, por eso el analista no habla de locura, nos habla de estructura y ahí trata de salvar el peligro de ese paso para terminar cayendo en él gracias a la contradicción de términos, porque Schreber fue tan loco con Santa Teresa de Jesús, sólo que la autoridad de la razón que declaró su locura fue diferente. Yo creo sostener mi verdad y me siento cuerdo… Calígula que convirtió a su caballo en senador es quien está loco porque se aleja de la verdad que sostengo. El problema es como asegurar que esa verdad es corolario de una realidad y no de lo real.

Sociológicamente el loco es el miserable, en un primer momento asumido por la iglesia para atenderlo, alejarlo de la sociedad normal y por su carácter sacro, luego reducido al hospital psiquiátrico, desde donde podemos soñar que sus muros hagan callar la pulsión que tememos. En Inglaterra las casas de internación aparecen en los lugares más industrializados del país, se trataba de convertir al mendigo y al alienado en seres “productivos” a bajo costo y de esa forma conjurar también la posibilidad de la explosión social. Pero a parte de esto, el trabajo forzado del hospital tiene en valor de una cura moral, es en esta, supuesta, ruptura de la ley de Dios donde surge el castigo que toma la forma de locura. Después de todo la pregunta subyace… ¿Quién es el loco, el de afuera o el de adentro?

Delirios sobre la locura



La locura cumple el doble propósito de ocultar y de mostrar, oculta la realidad a quien la sufre, y eso lo obliga a fabricar una realidad alternativa que nos habla de que lo real puede ser tan insoportable que puede ponerse a un lado.

Es ese sitio en el que el significado y el significante se separan para el sujeto “normal” (si es que tal cosa existe) y se adhiere a otra pareja que le da un significado diferente, opuesto para el afuera, pero pleno de sentido para el adentro. Al principio de los tiempos, dice un texto imaginario y simbólico, Adán le dio nombre a los animales, símbolo de las pulsiones y para el hombre primitivo el deseo y el animal iban de la mano, la locura invierte este orden y se vive la pulsión convirtiendo al hombre en animal. La locura es un Apocalipsis, ese momento tan temido y predicho donde las montañas caen, la tierra vomita fuego y los huesos de los muertos se asoman mientras otros resucitan, no es el triunfo de Dios o del Diablo, es el triunfo de la locura, ahí donde el nombre del padre falla surge la pulsión autodirigida y por lo tanto narcisista para salvar al sujeto de la cruel cordura.

Seréis como Dioses, dijo la engañosa serpiente, conociendo del bien y del mal, y conocer es la más loca de las posturas… Pero si los dioses son locos, y los hombres somos locos ante los dioses, donde queda la razón entonces.

La razón queda en lo real, se entiende porque la razón que compara a la locura es tan contradictoria, porque lo real no es mas que una visión personal y por lo tanto loca… Es un Quijote cervantino luchando contra la gigantez de un molino. Es ahí donde la enajenación da a luz lo real y por lo tanto no menos valido.

Hugues de Saint-Victor, De fructibus carnis et spiritus. Patrol, CLXXVI, col. 997, citado por Foucault en Historia de la Locura nos da el árbol genealógico de los Vicios y los vicios nacen de la locura, Facundo Cabral dice: “…y después de nueve meses nacerán hijos tan locos como sus padres, y por locos tan libres y por libres tan bellos, que harán un paraíso de este maldito infierno”. Será acaso esta la clara propuesta que el deseo tiene una vertiente liberadora, pero no el deseo perverso que convierte en objeto al sujeto y se encuentra engañado en el engaño que trata de lograr, sino el deseo satisfecho de la debilidad humana que es su fortaleza? Como dice Louise Labé: "No dejéis que se pierda esta bella Dama (locura), que os ha dado tanto contento”.

La locura es aquella prueba de que un significante se ha roto en su devenir, no en vano se les llama lunáticos, acaso no es la luna el más acuático de los astros, acaso no es el agua la madre de la vida. La locura es el espejo, el sitio en el que me asomo y me horrorizo, pero oh contradicción! Precisamente el espejo es aquel que nos protege de la locura, en el estadio del espejo yo me reconozco como aparte y en ese paso cuando me llamo sujeto también hago un llamado a la liana de la cordura que me ata. Por lo tanto debe haber algo que me haga permanecer como sujeto y que me impida el acceso a la locura, ese algo debe ser por lo tanto un significante… Esta propuesta implica una seria desavenencia con otros postulados. Sólo sigo el tortuoso camino de una asociación.

Y donde quedamos los analistas, llamados por el status quo a opinar y curar (si es que tal cosa existe) la locura, el deseo del analista no es analizar? y al analizar conoce y descubre en el paciente y en su ser? El fin (¿) del análisis no es el transito menos padecido por el deseo, la búsqueda de una normalidad menos dolorosa, pero no sin dolor… parodiando a Freud.

La locura es el castigo por el saber, porque saber es horrorizarse y saber es conectarse con la pulsión, acaso no advierte los gnósticos contra las garras de la intelectualidad, porque eso es saber y eso es conocer los oscuros deseos de primera mano. Existe por lo tanto una forma de revolucionarse que no pase por lo intelectual, el saber y la locura? Entonces los gnósticos se contradicen… Mediante la locura llegamos a encontrar la verdad del sueño y recordemos que todos los sueños son satisfacciones de deseos.

La verdadera locura es la que esconde Sade, la verdadera locura es la ética del deseo. El delirio grita la realidad que otrora se escondiese. La locura es una lectura social, llamar a alguien loco es locura en si misma, por eso el analista no habla de locura, nos habla de estructura y ahí trata de salvar el peligro de ese paso para terminar cayendo en él gracias a la contradicción de términos, porque Schreber fue tan loco con Santa Teresa de Jesús, sólo que la autoridad de la razón que declaró su locura fue diferente. Yo creo sostener mi verdad y me siento cuerdo… Calígula que convirtió a su caballo en senador es quien está loco porque se aleja de la verdad que sostengo. El problema es como asegurar que esa verdad es corolario de una realidad y no de lo real.

Sociológicamente el loco es el miserable, en un primer momento asumido por la iglesia para atenderlo, alejarlo de la sociedad normal y por su carácter sacro, luego reducido al hospital psiquiátrico, desde donde podemos soñar que sus muros hagan callar la pulsión que tememos. En Inglaterra las casas de internación aparecen en los lugares más industrializados del país, se trataba de convertir al mendigo y al alienado en seres “productivos” a bajo costo y de esa forma conjurar también la posibilidad de la explosión social. Pero a parte de esto, el trabajo forzado del hospital tiene en valor de una cura moral, es en esta, supuesta, ruptura de la ley de Dios donde surge el castigo que toma la forma de locura. Después de todo la pregunta subyace… ¿Quién es el loco, el de afuera o el de adentro?

martes, 9 de marzo de 2010

El video de mis horrores


Las personas tenemos que relacionarnos con la realidad desde el tamiz de nuestro deseo, es decir, que a veces eso que llamamos realidad no es tal, y si pensamos bien, hay tantas de estas “realidades” como personas existen en el planeta, podríamos decir que cada quien ve las cosas a su modo.

En esta “realidad” (lo real) encontramos cosas que son amenazantes para nuestro yo, algunas son amenazas que vienen de afuera, otras son cosas que vienen de adentro, citando un libro: “…non est diabolus… dice el necio en su corazón, pero sabe que no es necesario nada más horrible que tu mismo para que yo exista”.

Nuestro yo (moi) necesita por lo tanto que existan mecanismos que lo defiendan de esta segregación, estos son los mecanismos de defensa, dentro de ellos hay uno de características sumamente arcaicas, llamado proyección. Una forma de decir, como los poetas que escriben “ese árbol llora la tristeza…” en lugar de decir “estoy triste”.

Precisamente en esta proyección es donde se funda la transferencia, y las cosas, si se me perdona la digresión, de ese mundo interno (innenwelt) se arrojan a al mundo externo (umwelt). El título de este trabajo es una forma de cumplir con la promesa de explicar a un amigo porque un video inocuo le causa pánico. Espero que perdone que, como dice la canción, “mal y tarde estoy cumpliendo la palabra…”

Sin embargo tomaré para su mayor claridad un caso más ilustrativo de la proyección y su interacción con otros mecanismos de defensa. Me refiero al caso Schreber. No me extenderé en este caso, cuyos antecedentes pueden ser fácilmente buscados en la red, ni tampoco en el libro “Memorias de un Neurópata” escrito por el magistrado Schreber.

Simplemente haré una sucinta referencia, se trata de un hombre de mediana edad, aquejado, según lo expone Freud, de una psicosis paranoica, este hombre tiene, una de muchas, la creencia de que el doctor que lo atendió en un periodo de su enfermedad está divido en dos, uno superior o bueno y otro inferior o malo. Como antecedente vale mencionar que la esposa del magistrado Schreber tiene en alta estima a este doctor y le agradece profundamente los cuidados dispensados a su marido.

El análisis del caso revela que el mismo magistrado Schreber también sentía atracción hacia este doctor, por lo tanto lo que está haciendo es proyectar este deseo sobre dos productos externos, un hombre hecho a la ligera, como lo llama, que encarna el doctor bueno y el deseo perseguidor y de contenido homosexual. No en balde el ensayo freudiano: “Sobre el mecanismo psíquico de los celos, la paranoia y la homosexualidad”.

Permítaseme echar mano del concepto de forclusión instaurado por Lacán, esto implica un rechazo al significante fundamental, que en lugar de estar integrado en el inconsciente en forma de represión (otro mecanismo de defensa), está puesto fuera del sujeto en un objeto alucinatorio. Foris-Claudere (fuero - cerrar) es decir forclusión implica el rechazo y la exclusión contundente. Es algo expulsado que vuelve en la percepción o el discurso alucinatorio. Esto me permite aclarar que el mecanismo básico de la psicosis no es proyectar “hacia fuera”, sino que lo que se acalló en el adentro, retorna desde afuera, así que no hablemos del video de mis horrores como la pantalla que en un fenómeno especular me sirve para ver lo que odio dentro mío. Pensemos más como una pantalla cuyo contenido es aquel que forma mi deseo y por lo tanto mi horror. Como diría Kristeva, lo abyecto que me seduce.

El video es aquel sitio en el que se forcluye mi deseo, en una especie de estructura que se erige frente a la mía y la estructura es "los efectos que la combinatoria pura y simple del significante determina en la realidad donde se produce" (Lacán).

Como ya lo había dicho antes, nadie nace hecho sujeto, es precisamente el nombre, la entrada de lo simbólico, en lo real y en lo imaginario lo que hace que el sujeto sea tal. Su nombre (compartido con su padre quizá, su apellido común…) le dan una historia y por lo tanto un guión. Diferenciación primaria lo llamaría Lacán, en la que el sujeto se va diferenciando del objeto en lo real (no en la realidad), pero para llegar a lo real tiene que surgir la demanda, deseo más significante primario, eso es lo que convierte la bola de carne viviente en sujeto.

Por eso a veces es necesario que una imagen soporte el peso del deseo, esto es proyección (he aquí porque dije que era arcaica), la proyección es una función de lo imaginario: El movimiento contrario ocurre, y algo viene a llenar ese hueco en la vida del sujeto en ciernes, esta es la introyección, pero esta sería por lo tanto una relación simbólica.

El video de mis horrores es tanto más horrendo en tanto más deseo, quizá a veces también el gusto por el horror es una forma de proyectar. Pero el video de mis horrores debe ser sólo un paso, una digresión en la formación de un sujeto y nunca convertirse en la piedra de tropiezo del mismo.