lunes, 8 de junio de 2009

Psicoanálisis de Adolescentes

La Adolescencia es estar en crecimiento, pero esto va más allá de la mera referencia física, para muchos y muchas personas en esta etapa es también una tendencia al desfallecimiento, el abatimiento y la inmovilidad. (Rojas – Urrego, 2009).

Winnicott dice que cuando un niño nace será una madre suficientemente buena la encargada de proteger su existencia. En esta línea el niño evoluciona desde una dependencia absoluta hasta una independencia y de posturas autoeróticas hasta las relaciones objetales. Si todo marcha bien, será el holding, la manipulación y la presentación del objeto lo que hará que el bebe pase de la omnipotencia de sentirse creador del objeto a la desilusión donde se da cuenta que es diferente a su madre y apela al objeto transicional, será esta tirantez entre la relación de las cosas externas e internas, entre ambiente y psiquis lo que creará un self o un falso self (García, 2008).

Años después de este recorrido surge entonces la adolescencia. Es un mundo en el que se deja un lugar, se deja de ser niño, pero tampoco se es reconocido como adulto. Muchos adultos lo ven como un periodo de confusión y contradicciones, por eso los adultos lo llaman una etapa de crisis. (Soza, 2002).

Es verse cara a cara con aquello que Piera Aulagnier llama el deseo de no deseo, y que Freud va a llamar la pulsión de muerte. La adolescencia implica entonces un renacimiento del aspecto tanático en el sujeto. Este renacimiento implicará por lo tanto el duelo por los elementos que se dejan, lo cual se traducirá en cólera y siguiendo el modelo freudiano de depresión, esta cólera se ira hacia adentro, y la persona se deprimirá. Implica por su parte el situarse frente al deseo del Otro y la escapatoria del incesto mediante la búsqueda de otros objetos de amor. Además es poder situar el cuerpo que cambia en un devenir que en los padres tiene que ver con el envejecimiento y la muerte. (Soza, 2002).

La adolescencia esta signada por la estructura , sin embargo, esta no es una condición sine qua non del proceso adolescente en sí. En primer lugar se debe tener claridad en que existe la tendencia a calificar cualquier cosa que haga un adolescente como algo patológico. (Rojas – Urrego, 2009).

Hay que ser consciente que la adolescencia esta originada por la interrelaciones de lo que Freud llamó series complementarias y que actualmente son llamadas etiologías multifactoriales (Rojas – Urrego, 2009).

Sin embargo, debemos ser claros que el psicoanálisis de adolescentes esta fuera de las primeras intervenciones psiconalíticas, como dice Freud, citado por Pulice, 1999, en su prólogo al texto de Aichhorn, Juventud descarriada: «…La posibilidad del influjo analítico descansa en premisas muy determinadas, que pueden resumirse como «situación analítica»; exige el desarrollo de ciertas estructuras psíquicas y una actitud particular frente al analista. Donde ellas faltan, como en el niño, en el joven desamparado y, por regla general, también en el delincuente impulsivo, es preciso hacer otra cosa que un análisis, si bien coincidiendo con este en un mismo propósito». Sin embargo el mismo Freud abrió sus miras y modificó la técnica en casos de adolescentes como en el caso Dora. (Pulice, 1999).

La solución no debe ser parecida a la que Hitler ofreciera a los jóvenes: el convertirse en el superyo de la comunidad. (Pulice, 1999).

Si bien el psicoanálisis no debe reclamar para sí, el ser la única teoría que puede tratar al adolescente es necesario delimitar algunos aspecto básicos de la técnica clínica: (Rojas – Urrego, 2009).

La frecuencia de las sesiones suele situarse entre una y tres veces por semana, con un ideal de dos sesiones semanales. Se debe realizar cara a cara, porque el divan se convierte en un elemento amenazador y que produce fantasías difíciles de sobrellevar, también produce fuertes regresiones y da la ventaja de observar el lenguaje no verbal que es de especial trascendencia en el adolescente. (Rojas – Urrego, 2009).

Debe usarse la interpretación transferencial de manera cuidadosa, las técnicas de confrontación, aclaración y nombrar los afectos se deben manejar a la luz de la transferencia, se interpreta en la transferencia y no sobre la transferencia, es decir, la transferencia en su interjuego con los aspectos contratransferenciales es la que debe ser usada para comprender lo que está sucediendo en el aquí y el ahora. No interesa una interpretación genética de los aspectos en la transferencia. En estas intervenciones importa mantener una cercanía con el lenguaje adolescente. (Rojas – Urrego, 2009).

Respecto a las entrevistas iniciales, estas mantienen el valor de evaluar y conocer la estructura característica de los sujetos pero además centran su acción en su posible acción terapéutica. Se debe proponer un encuadre específico para estas entrevistas, un encuadre que es diferente al que se hará en un marco terapéutico ulterior. Se debe precisar al adolescente y a su familia cual será el marco espacio – temporal en el que se desarrollarán las entrevistas y el objetivo de las mismas. Estas entrevistas, en un número aproximado de tres o cuatro, permiten además el contacto con los padres. Y dependiendo del terapeuta pueden ser o no realizadas en conjunto. Lo que si se recomienda es en cualquier caso evitar los contactos con los padres fuera del marco terapéutico. (Rojas – Urrego, 2009).

No se recomienda el uso de los silencios ni el bombardeo de preguntas, en el primer caso el adolescente tiende a encerrarse en su mundo y en el segundo se promueven vivencias de intrusión, o la emergencia de acting outs. Lo anterior nos hace centrar la atención sobre la regulación de la distancia relacional. (Rojas – Urrego, 2009).

Es importante, además de conocer aproximadamente la estructura específica, el definir si existen tolerancia a la frustración y motivación, esta se traduce en una curiosidad suficiente por el mundo interior, en el darse cuenta que existe un sufrimiento interno que viene desde el adolescente y no desde el afuera y que estos eventos se repiten a pesar suyo. El lograr todo esto en las entrevistas es lo que lleva al nacimiento de una demanda. (Rojas – Urrego, 2009).

Hay diferentes cosas que se convierte en características básicas en aquel terapeuta que realiza un aproximación analítica a la adolescencia, entre estas tenemos: el conocimiento respecto al funcionamiento del adolescente. Es especialmente importante el tener habilidad para que la distancia relacional se mantenga dentro de un margen adecuado, es decir, que no sea excesivamente próxima para tornarse intrusiva, ni tan distante que llegue a generar sensación de abandono. Debe existir la capacidad de asombrar y de asombrarse, todo de la mano con un análisis personal que facilite el contacto del terapeuta con su propia adolescencia. (Rojas – Urrego, 2009).

No se debe olvidar el entorno en el que ha crecido la persona, la calidad de las relaciones intergeneracionales y el grado de diferenciación de cada uno de los miembros, porque esto tendrá que ver en los aspectos pronósticos y en el diagnóstico en si. Para muchos jóvenes la historia familiar en un obstáculo imposible de lograr, Pulice, 1999, cuenta un caso en el que un joven verbaliza que desea estudiar, pero que ya no puede hacerlo porque la fecha de inscripción ya finalizó, se consigue luego de variados esfuerzos que el joven sea aceptado, pero contesta entonces que siempre no, ante la lógica extrañeza surge el análisis de su situación familiar, este joven provenía de una familia en la cual nadie había estudiado por lo que estudiar tenía para él el valor de una traición a su familia. (Pulice, 1999; Rojas – Urrego, 2009).

No podemos obviar que la adolescencia es algo que se pasa en familia, padres e hijos se sostienen mutuamente y para todos ellos el síntoma cumple una función y a la vez dice algo del deseo. (Rojas – Urrego, 2009).

Implica por lo tanto un movimiento de desprendimiento, por una parte el desprenderse de la imagen idealizada de sus padres y por otra el temor a lo desconocido que esto implica. (Soza, 2002).

Bibliografía

García, L. (2008). Tendencia antisocial: El acto del adolescente y su posible alojamiento en las políticas públicas. Recuperado el 14 de mayo de 2009 de http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=11853
Pulice, G. (1999). Niñez, Adolescencia y Familia en situación de riesgo y exclusión social
¿qué es lo que el psicoanálisis puede aportar? Acerca del tratamiento de adolescentes en conflicto con la ley. Recuperado el 14 de mayo de 2009 de http://www.psiconet.com/foros/investigacion/adolescentes2.htm
Rojas – Urrego, A. (2009). Psicoterapia psicoanalítica del adolescente deprimido: principios técnicos. Recuperado el 14 de mayo de 2009 de http://www.scielo.org.co/pdf/rcp/v37s1/v37s1a06.pdf

Soza, P. (2002). Clínica con Adolescentes. Recuperado el 14 de mayo de 2009 de http://www.geocities.com/art_psi/sozaadolesc.html

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